Cuando se elabora un presupuesto de una obra faraónica, dícese en Jaén el tranvía, no se tiene en cuenta los gastos colaterales que dicha actuación conlleva, ya sea por desconocimiento o bien porque no interesa, puesto que engordaría considerablemente las pérdidas de la ejecución del monumento.
Me explico. ¿Cuántos ciudadanos, vecinos o no de Jaén, atraviesan con sus vehículos a diario, tres o cuatro veces, el Paseo de la Estación ?. Se podría medir y de eso saben de sobra los que se dedican a las estadísticas, pero estoy seguro que varios miles. Pues bien, esta semana, sin ir más lejos, he tenido que llevar mi automóvil a revisión, y cuál ha sido mi sorpresa que me han confirmado que la suspensión y los neumáticos están más deteriorados de lo que deberían estar con el kilometraje que tiene.
Está claro que no es demostrable que el deterioro de los amortiguadores de mi vehículo se debe al mal estado de la principal vía de tránsito de la ciudad de Jaén, pero si la estadística dice que actualmente han ido más automóviles de lo habitual a reparar sus amortiguadores, la cosa cambia. Por tanto, sí podríamos hablar de un verdadero daño colateral. En conclusión de un gasto colateral.
Pero aquí no acaba la cosa. Aún no he ido al “taller de mi corazón”, pero intuyo que en estos dos últimos años se haya deteriorado un poco, debido al stress ocasionado por la incompetencia de quienes gestionan el tráfico de una ciudad paralizada por una innecesaria obra faraónica. Este último daño o gasto, según se mire, es de un valor incalculable.
Como incalculable van a ser las pérdidas que ocasionará el tranvía.