El debate de los Presupuestos en el Congreso es obligado aunque innecesario en mi criterio. Una vez asegurados los votos imprescindibles, en éste caso sobrepasados por la oportunista adhesión de CC, su tramitación solo responde a la obligación de cubrir el trámite por más que las correspondientes intervenciones de los portavoces de los Grupos reiteren sus manidas propuestas, con más o menos sentido. Los Presupuestos serán aprobados porque en el mercadeo político un partido ha obtenido prebendas de todo tipo que sin duda debilitan el concepto de Estado y suponen una dificultad añadida a la necesaria uniformidad de la gobernabilidad del País. Adelgaza el Estado engordan las C. A. y se amplía la brecha igualatoria entre todas estimulando las pretensiones independentistas de las de siempre.
Lo verdaderamente sustancial de la aprobación de estos Presupuestos estriba en facilitar al Gobierno un tiempo imprescindible para mantener sus aspiraciones de conservar el poder , que, en definitiva, constituye su principal objetivo, aunque para ello debería verse acompañado por un milagro que facilitara una mejora económica con notable repercusión en la creación de empleo. Esta posibilidad, casi improbable, ha pretendido apuntalarla con el impacto que, en teoría, supone la amplia remodelación ministerial, dónde han sido sacrificados los Ministros que restaban rentabilidad electoral sustituyéndolos por otros de perfil más afín a las directrices del partido que, en principio, parecen permitir una mejorar de la imagen electoral del ejecutivo. La estrategia se complementa con la entronización del Sr. Pérez Rubalcaba, experto mullidor de los asuntos de estado, a quien corresponde rematar el fin de ETA, última decisiva baza con suficiente carga para influir notoriamente (?) en los resultados electorales.
Sin embargo las perspectivas no parecen deparar el milagro a que me he referido. Los pronósticos coinciden en señalar que si se produce una mejora de nuestro entorno económico carecerá, al menos durante algunos años, de la fuerza suficiente para permitir crear empleo neto, circunstancia que se produciría, según el consenso general, cuando nuestro crecimiento supere el 2%. Son muchas las dudas que suscita el devenir más inmediato, dónde anidan problemas muy específicos de lenta y difícil solución. La primera de las grandes incógnitas pasa por el cumplimiento de la reducción del déficit para el próximo año ya que las muy optimistas previsiones de crecimiento, del que, obviamente, depende la generación de los ingresos presupuestados, no parecen gozar del consenso de analistas y organismos públicos y privados. Al final, a pesar de negarlo reiteradamente, sí existe un Plan “B” que, en principio, no interesa publicar porque, en definitiva, en su caso, consistiría en una sustancial elevación de impuestos (“tomaremos las medidas que sean necesarias si fallan los planes previstos”, palabras de la Sra. Salgado ) si los datos de Junio y sus correspondientes proyecciones confirman la imposibilidad de alcanzar los objetivos presupuestados. Es decir, todo un poema.
Ignacio Villar, tertuliano de así son las Mañanas en Jaén