En el último mes el euro se ha apreciado de forma clara con respecto a las principales divisas del mundo. Esta evaluación no es consecuencia de una mejor perspectiva de la recuperación económica en la Zona , si bien algunos países, como Alemania, muestran signos más que evidentes de que han superado la crisis, sino que responde a una revalorización provocada por la depreciación artificial de las monedas de otros países, algunos emergentes, para favorecer su recuperación económica vía exportaciones a falta de un consumo privado interior más vigoroso.
A éstas devaluaciones competitivas se han adherido EEUU o Reino Unido emitiendo más dinero a través de sus bancos centrales, lo que junto a la resistencia de China a apreciar el yuan y la intervención del Banco Central de Japón sobre el yen, han desatado una guerra de divisas que perjudica claramente los intentos de recuperación de los países que no controlan sus divisas ni pueden tomar decisiones manipuladoras sobre las mismas, como es el caso de los países de la Eurozona cuyas competencias en ésta materia corresponden exclusivamente al BCE.
La solución concertada de ésta refriega de las divisas se ha pretendido consensuar en la última asamblea anual del Fondo Monetario Internacional que ha concluido sin avances dando alas a una prórroga de ésa confrontación que estimula el proteccionismo y amenaza la recuperación económica global ya que puede provocar una guerra comercial y un recrudecimiento de la crisis de nefastas consecuencias. Las estrategias insolidarias seguidas por aquellos países alejándose del acuerdo global y anticrisis suscritos el pasado año en la cumbre del G-20, deben abortarse en la próxima reunión de Noviembre, obligando a todos los países a retomar la senda de la cooperación y coordinación para evitar que cada uno haga la guerra de la recuperación por su propia cuenta. ¿Es la resistencia de China a revaluar el yuan el epicentro y la solución de éste conflicto?
En cualquier caso, ésta no es más que una de las posibles complicaciones que puede presentar el panorama económico mundial cuyas consecuencias tendrían incidencias más que notables sobre la actividad económica, el crecimiento del PIB y, por tanto, sobre el cumplimiento de los Presupuestos Generales de los Estados, sobre todo por lo que se refiere al capítulo de ingresos y a la consiguiente obtención de los objetivos de reducción del déficit estatal como es el caso de nuestro país.
Parece, por tanto, más que razonable que desde el propio Banco de España y desde el FMI se inste a nuestro Gobierno a la elaboración de un plan alternativo que contemple escenarios que puedan acarrear consecuencias distorsionantes de los ingresos previstos dificultando la reducción del déficit. Una vez más, el irreductible e inconsecuente optimismo de nuestro Gobierno hace innecesario ese plan “B”.
Parece que los avisos recibidos de los mercados referidos a la credibilidad de la evolución futura de nuestra economía se han olvidado fácilmente.
Ignacio Villar, contertulio de Así son Las Mañanas en Jaén