lunes, 15 de noviembre de 2010

PANORAMA INVERSOR

En no pocas ocasiones, algunas personas, me abordan en torno a recabar mi asesoramiento sobre la posibilidad de efectuar una inversión que, en principio, indudablemente, debería comprender dos requisitos imprescindibles, de una parte ser muy rentable y por otra abarcar las máximas cotas de seguridad. La verdad es que la respuesta no sólo se hace difícil por los requisitos exigidos sino que para mí incorpora la dificultad añadida de sentirme responsable del éxito o fracaso del resultado final de la posible inversión, aspecto que, por otra parte, me aconseja inhibirme elegantemente.

En principio admito que no sería excesivamente complicado aportar algunas posibles alternativas, incluso adaptadas al perfil del posible inversor, entre otras razones porque en nuestro entorno más próximo existen ésas oportunidades que, en principio, están buscando “pareja”. Sin embargo, cualquier acuerdo resulta a todas luces inviable porque en el ánimo mis interpelantes no existe una verdadera voluntad inversora.

En estas coyunturas recesivas, esas bolsas de compradores con dinero en efectivo supuestamente dispuesto para invertir, no sólo requieren aquellos dos requisitos enumerados, sino que realmente lo que están pretendiendo es “comprar duros a peseta”, y para éstas disponibilidades no existen, obviamente, contrapartidas adecuadas. La desviación radica en la creencia que cuando una persona muestra su disposición de vender algún inmueble, rústico o urbano, está impulsado por su desesperación económica que le empuja a aceptar cualquier propuesta por muy “tirada” que pueda parecer, circunstancia inexistente, por suerte, salvo en muy contadas ocasiones.

Valgan mis precedentes reflexiones para dejar constancia, por otra parte, de la dificultad añadida que supone hoy recuperar la normalidad en el mercado de transacciones entre particulares cuya paralización, en definitiva, no deja de ser una consecuencia más de la crisis económica que atravesamos representando uno de los diversos escenarios que deberán normalizarse y que constituye un indicador más para poder aceptar que finalmente hemos remontado la crisis.

Esta situación es especialmente aplicable al sector inmobiliario, que, al final, ha resultado el más afectado por el “tsunami” económico. El elevado stock de viviendas pendientes de venta opera como gran tapón embólico que atora la ansiada recuperación del sector, y eso que las entidades financieras parecen ofrecer precios de ganga, acompañados de la necesaria financiación, para aligerar su preocupante cartera de inmuebles adjudicados obligatoriamente.

Al final, ya en los casos más comprometidos, y cuando no tengo más remedio que expresarme de alguna manera, descartada la bolsa por su volatilidad, riesgo e incertidumbre actual, y la mayoría de los fondos por guardar alguna relación en su generación de rentabilidad con el propio mercado bursátil, opto por dirigir las expectativas de esos inversores hacia la seguridad que proporcionan los depósitos a plazo cuya rentabilidad, algunos superan claramente el 4 %, resulta ahora más atractiva, adecuada al perfil inversor y segura, y que, al final, me exime a mí de la inquietud del buen fin de la inversión.

Ignacio Villar. tertuliano de Así son las Mañanas en Jaén